Ghosting: Hoy aprendí este término al leer detenidamente las redes sociales. Significa ser apartado de la vida de alguien sin saberlo.
La definición del diccionario Urban es más amplia:
Acto por el cual una persona cesa repentinamente toda comunicación con la persona con la que está saliendo porque ya no desea seguir haciéndolo. En lugar de explicar que ya no está interesado, quien ignora lo hace con la esperanza de que quien es ignorado simple y llanamente “capte la indirecta” y lo deje en paz. Ghosting no es específico de un determinado género y está estrechamente relacionado con la madurez y las habilidades de comunicación del sujeto. Muchos justifican este accionar con el fin de no herir los sentimientos de quien es ignorado, sin embargo quien ignora, en realidad, piensa en sí mismo. Hacer ghosting a menudo confunde más a quien lo sufre que si el sujeto le dice cómo se siente con amabilidad.
Al igual que el escritor que definió el término en las redes sociales, con frecuencia yo también estoy ajena de las nuevas tendencias, palabras y expresiones, a pesar de tener dos hijas adolescentes. A menudo pienso en lo desactualizada que voy a estar cuando mi contacto con ellas ya no es diario, ni cercano. Me mantienen fresca y lo más a la moda que podria estar (que no es demasiado), incluso cuando con sus caras de exasperación y sus hombros desplomados enfatizan la agonía de educar a una madre transgeneracional.
Si bien el término es tendencia en la actualidad, el concepto ha existido siempre: se llama descortesía pasivo-agresiva.
La grosería no sólo ataña a la juventud, como sugiere la definición del diccionario Urban. Ignorar a alguien es grosero, a menos que sea una relación abusiva, por supuesto. Apartarse de un abusador es inteligente. Pero tratar a las personas como si fueran bolsas de plástico desechables y desechadas después de su uso (probablemente tiradas en el suelo) sin pensar en futuras repercusiones (tanto física como emocional) para otros seres es más que desagradable, es más que cruel. Es brutal.
El regalo más amable es el conocimiento, con su lado positivo y negativo. Si la persona con la que he estado saliendo quiere abandonar la relación, quiero saberlo. Puede que sea rechazada y que me sienta mal por ser rechazada si alguien me deja cara a cara o por medio de un correo electrónico o un texto; pero congelar ese rechazo con la cobardía o la crueldad de alguien que quiere que no sepa que he sido rechazada, eso es demasiado.
Abandonada en la oscuridad, no sólo termino sintiéndome rechazada, sino, como si esto fuera poco, avergonzada. Ahora que sé qué es el ghosting, me siento doblemente avergonzada de no haber sabido que la persona con la que salía, la persona que me importaba, era tan cobarde, tan poco ética. Esta es la parte que me desespera. ¿Cómo no me di cuenta que estaba lidiando con un imbécil?
Comprender que soy estúpida, poco observadora y/o ingenua, me afecta aún más que me rechacen por ser lo que soy. No necesito la aprobación de los demás, aunque es ciertamente maravilloso sentirse apreciado. Pero SÍ NECESITO saber con quién estoy tratando, por mi propia seguridad y por la seguridad de aquellos que mis relaciones afectan. ¿Cómo podría tomar decisiones más sensatas en el futuro si tengo un detector de mentiras defectuoso?
Y el desplazamiento de la ira, que viaja desde la ira contra alguien a la ira en contra de mí misma, me ciega. Olvido mi práctica de compasión. Olvido ser amable. Hago la guerra por dentro.
La batalla se da siempre entre la valentía de confiar y la sabiduría de ser precavido: determinar si las intenciones y necesidades de los demás se ajustan a las mías. La dificultad, por supuesto, está en lograr claridad, en examinar lo que es mío y lo que es de otra persona. A veces, estos términos se mezclan, se confunden. ¿Soy yo quien quiere la exclusividad en esta relación o me estoy sometiendo a algún deseo tácito de la persona con la que ESPERO construir una relación en el tiempo? No es fácil examinar cuidadosamente los matices.
Y esto se aplica no sólo a las citas, sino también a todas las relaciones nuevas o en construcción. Si me “contratan”, con una sonrisa y un apretón de manos, para hacer un trabajo, pero luego no recibo ningún contacto, ni me devuelven las llamadas telefónicas, quiero saber por qué. Tal vez necesite esa información para mi próximo intento. Este tipo de cosas solían pasarme cuando ejercía la profesión de abogacía. Recibía a clientes potenciales, a quienes dedicaba una o dos horas de mi tiempo, me convencían de que nadie más que yo podía hacer el trabajo y se marchaban prometiendo que regresarían. Luego desaparecían.
El trabajo no es como las citas. En el primero sólo se investigan ciertas habilidades para realizar tareas específicas y hay menos probabilidades de sufrir un rechazo generalizado o baja autoestima. Pero el estímulo es el mismo: respeto. La cortesía exige que otros nos traten con integridad, honestidad y dignidad, lo que es suficiente para superar el miedo y la inseguridad personal. Lo mínimo que alguien se merece es información.
El conocimiento es la mejor armadura que nos prepara para enfrentar los obstáculos de las relaciones. Conocerse a sí mismo y observar a los demás es una tarea para toda la vida. Y casi nunca la hago bien. “Intentarlo” es todo lo que podemos hacer. El truco es desarrollar cierta intuición o escuchar la voz interior, por débil que sea, y también recordar tendencias y rasgos que son reconociblemente letales.
Creo que las personas que hacen ghosting son detectables por aquellos que prestan atención.
Salvo los sociópatas, los que hacen daño a los demás huelen diferente, y lo digo en un sentido más metafórico que literal. La escucha precisa de los instintos, tal como en lo visual lo harían las gafas infrarrojas, revela la oscuridad que está oculta. Si tan sólo usáramos el equipo que tenemos a nuestra disposición, ojos, oídos, corazón, mente y tomáramos nota de los signos, pistas, miradas y palabras, no con sospecha, sino con curiosidad, como un arqueólogo que explora lo que se encuentra enterrado bajo el paisaje, con la esperanza de descubrir gemas pero consciente de que la tierra puede ser estéril o incluso colapsable y peligrosa.
Estar atentos sin ser recelosos requiere un equilibrio delicado, un equilibrio desarrollado a lo largo de años de escucharse a sí mismo en silencio. Perfeccionar la escucha de sí mismo nos permite sentir la conexión verdadera o falsa de los demás, como una corriente de electrorecepción o hiperconciencia que sintoniza la presencia de otro ser sensible aún desconocido, la misma conciencia que aparece cuando nos encontramos de repente con un zorro o una serpiente en un sendero. La claridad de esa alerta nos permite evaluar la seguridad o el peligro.
Tal vez “hacer ghosting” es en realidad un fenómeno de la juventud inexperta, la cual posee menos apuntes sobre estudio de casos vividos. O debería ser así. Pero incluso los jóvenes tienen herramientas innatas para olfatear el miedo, la falsedad y los sentimientos. Si tan sólo se respetaran a sí mismos y a sus habilidades, sin temor de cometer errores.
Buda lo proclamó mucho antes que yo lo hiciera. El sufrimiento, aunque inevitable, se minimiza en la consciencia. Y la felicidad es liberarse de la ilusión, cuando nos abrimos a todo lo que se puede conocer. Incluso aquellos que ” hacen ghosting” nos enseñan algo sobre nosotros mismos.
imagen: silueta difusa de la mujer a través de vidrio esmerilado gracias a Shutterstock