Chica joven caminando descalza por un camino de hierba

POEMAS DE OLIVIA HAJIOFF: El sendero, Una tormenta de verano, La niña en el charco

El sendero

Hay un sendero amplio y cambiante adelante de mi. Hundo mis pies en el planeta al empezar, de lo contrario voy a flotar por encima de mi, inestable. Miro hacia un punto en el horizonte que no puedo ver. No importa. Otros más sabios que yo serán mis guías.

Mis maestros; las artes maravillosas, el planeta y la filosofía extienden sus manos a la vasta maravilla de la vida común. El pintor de paisajes y de zapatos viejos comprende el placer mismo que reside en ambos. Los antiguos quienes simplemente se sientan y respiran saben en donde vive la sabiduría y en donde se oculta la verdad. Y la naturaleza, la más vieja, pero la más joven de corazón despierta nuestra tranquilidad de su profundidad reprimida.

Un Tormenta de Verano

Hoy entré en una tormenta. Muy adentro para regresar, un cardenal y un cuervo aparecieron en my camino. El rojo y el negro tan extraordinarios, un aviso o una bienvenida, no sabía. El cielo, en gris creciente e invasor, estalló gotas afiladas en mi piel. Las hojas se estremecían, el arroyo se crecía.

El golpe del trueno me asustó, pero no era un miedo profundo, no del tipo que recorre la columna y aligera las manos. Sólo un aumento de los sentidos distraídos. Sentí las texturas cambiar bajo mis suelas delgadas. El camino brillante y desgranado, ahora adherente con la humedad, la grava desmenuzable se espesaba en terrones.

Me escondí bajo un árbol y descubrí hojas como encaje mordisqueado, duras y secas, sin tocar por el torrente tormentoso. Y a través del alboroto se elevaron las ranas de árbol eufóricas e invisibles al tiempo que la luz se atenuaba.

La Niña en el Charco

Nos comimos el lonche en el coche. Una tormenta no tiene cautivos. Comimos con cuidado, en silencio, sin espacio para juego. Pero tan pronto como el mundo comenzó a reaparecer, noté una niña pasando el tiempo en un charco.

Sus extremidades fuertes se estiraban como si se asoleara en la orilla. Ella saluda con la sonrisa exuberante de la inocencia, sin necesitar nada más que lo que tiene. El suyo es un regalo demasiado grande para medirlo. Ya estoy de luto por la pérdida, la que se que se llevarán, como a todos nosotros.

Tan ingenioso es el ladrón que no vemos venir y que no vemos ir. Sus manos tocan el reloj de arena de nuestra juventud para que recordemos, y recordamos menos hasta que lo que sentimos una vez, es algo de lo que sólo nos asombramos. Una fotografía descolorida, encantadora, muy granulada para inspeccionar.

A medida que el aguacero se reduce, la niña sale del agua. Se pasea hasta su casa, sus pies descalzos, indiferentes ante las piedras afiladas. Y nuestras columnas enroscadas se reforman mientras nos liberamos y nos unimos al día.

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imagen: Pixabay

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